Un grupo de niñas sentadas en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. Sus cabezas están cubiertas por un pañuelo de colores y sus caras muestran interés por descubrir algo nuevo, algo que quizá no hayan visto nunca. Sus ojos se dirigen hacia abajo, hacia las páginas del libro que sujetan en sus manos con asombro y curiosidad. A primera vista, la cuidadosa descripción de esta fotografía puede parecer insignificante, incluso banal. Pero adquiere una fuerza inquietante cuando nos enteramos de que estos alumnos, ávidos de conocimiento, se encuentran entre los que lucharán por acceder a la educación primaria, mientras que la secundaria y la superior siguen siendo un mero sueño, guardadas en un cajón. Sí, porque en el Afganistán dominado por los talibanes, a las mujeres se les ha negado el derecho a la educación, excluyéndolas de hecho de los principales centros de enseñanza y especialización. No es que los chicos estén mejor: en los últimos años, este país del sur de Asia ha alcanzado la tasa de alfabetización más baja del mundo, y más de la mitad de su población no sabe leer ni escribir. Si nos fijamos bien en la foto de las niñas con el libro, nos damos cuenta de otra revolución: la mano que cariñosa y amablemente entrega el texto pertenece a un joven de casi veinticinco años que ha decidido desafiar dictados, leyes y costumbres y arriesgar su propia vida. Un caso más que singular en un país donde hasta las grandes instituciones internacionales intentan cambiar la situación. Y donde muchos prefieren resignarse.
Una de las lecciones de la escuela ambulante
Escuela sin muros
Wazir Khan es un afgano del distrito de Pol-e-Khomri, en la provincia de Baghlan, a más de 200 kilómetros de la capital, Kabul. Musulmán practicante y estudiante universitario modelo, le molesta la decisión de excluir a las mujeres de la educación y detesta ver a hordas enteras de niños vagando por los remotos suburbios de su país sin educación, abandonados a su suerte. Así que se armó de valor para crear una escuela ambulante sin paredes, ni pupitres, ni aulas, ni sillas. Lleva su pizarra consigo como una reliquia en peregrinación, de una zona remota e impenetrable a otra. Sus alumnos siempre se reúnen fuera, en el polvo, cuando hace frío o cuando hace calor: pero no les importa, nunca se pierden una lección, no lo harían por nada del mundo. Son pocos al principio, luego cada vez más, hasta llegar a decenas y decenas, a medida que los padres y las comunidades locales a las que llega el joven universitario aprenden a conocerle y a confiar en él, hasta el punto de confiarle a sus hijas. Cuando los medios de comunicación del Vaticano se pusieron en contacto con él para que contara su historia, Wazir Khan explicó que todo empezó "en el este de Afganistán, en el distrito de Bagrami y en el de Khakjabar, donde inicié las primeras campañas para animar a la gente a apoyar la educación y hacer todo lo posible para que sus niñas recibieran educación".
Wazir Khan durante la clase
Creación de la organización sin ánimo de lucro Today Child
Las asignaturas que imparte desde el principio son variadas: "Además de inglés, también enseño pastún y dari -las lenguas oficiales de Afganistán- y algunas asignaturas islámicas. La edad de los niños y niñas oscila entre los 5 y los 10 años". En poco tiempo, la fama de este activista apasionado por la enseñanza se extendió, así que se dio cuenta de que ya no podía hacerlo solo y fundó la organización sin ánimo de lucro Today Child: "Eso fue en 2022 y desde entonces hemos reclutado a unos 30 voluntarios para nuestro grupo: todos trabajamos gratis y nuestro principal objetivo es tener un impacto en el campo de la educación continuando con nuestras escuelas itinerantes. También hemos lanzado recientemente campañas educativas para concienciar a la gente de lo importante que es la escuela y de lo crucial que es el aprendizaje." Desde el principio, Today's Child también decidió apoyar a las niñas que quieren estudiar "regalándoles libros y material de papelería". Una lucha para hacer valer un derecho negado que ahora libramos también a través de las redes sociales". Wazir Khan y su Today Child son conscientes de que todo este activismo, especialmente en favor de las niñas, puede causar algunos problemas, incluso grandes. "El gobierno no nos está ayudando, al contrario. Cada paso que doy puede ser peligroso. Pero no pierdo la esperanza: lucharé junto a las niñas para que vuelvan a tener acceso a la educación". Uno de sus objetivos es crear en un futuro próximo centros de estudio especializados para mujeres en todas las zonas rurales del país: "Estaría bien, igual que estaría bien proporcionarles educación en línea. Es cierto que es arriesgado y causa enormes dificultades, pero no estoy haciendo nada malo. Sin educación, el desarrollo de Afganistán es imposible".
Niñas afganas con libros de texto
Federico Piana - Ciudad del Vaticano
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