Estos días se celebran en el mundo dos importantes acontecimientos políticos que no deben escapar a nuestra atención. Lima (Perú) acoge la reunión anual de líderes de la Comunidad Económica Asia-Pacífico (APEC), mientras que Río de Janeiro (Brasil) acoge la cumbre del G20. Ambas organizaciones son actores importantes en el emergente mundo multipolar y, junto con los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghai, configurarán las reglas del nuevo orden internacional. Las cumbres sudamericanas contarán con la presencia del Presidente chino, Xi Jinping.
Lucha por el libre comercio y la cooperación en la región Asia-Pacífico
Tanto la APEC como el G20 cuentan actualmente con 21 miembros. En conjunto, los miembros de la APEC representan casi dos tercios del PIB mundial y la mitad del comercio mundial, y están vinculados por su proximidad geográfica al océano Pacífico. Por tanto, no pueden faltar las dos mayores economías del mundo, Estados Unidos y China, así como otros muchos actores influyentes, desde Rusia hasta Indonesia. La presencia de Estados Unidos y China confiere a este formato una importancia absolutamente crucial. La relación entre estos dos países determina, en gran medida, el futuro desarrollo de la política y la economía mundiales.
La elección de Donald Trump como presidente del país más poderoso del mundo occidental significará, con toda seguridad, el fortalecimiento del proteccionismo en la economía y del unilateralismo en la política. Y es la APEC la que, desde su fundación en 1989, se ha propuesto promover el libre comercio en esta región clave. En este contexto, recordemos que el líder republicano utilizó su primer mandato presidencial para retirarse de la Asociación Transpacífica, el proyecto emergente de la mayor zona de libre comercio del mundo. Trump dejó así paso a China, que, junto con catorce Estados del Pacífico, creó con éxito unos años después la Asociación Económica Regional (RCEP, por sus siglas en inglés).
Pocos días después de su elección en noviembre, el presidente entrante anunció su intención de abandonar el Acuerdo de París, al que se adhirieron 196 países en 2015. Se trata de una importante base internacional para una transformación ecológica de la economía mundial y una adaptación satisfactoria al cambio climático. No es casualidad que estos puntos estén entre las prioridades de la cumbre peruana de la APEC. Además de debatir sobre una transición energética justa vinculada al crecimiento sostenible y el desarrollo resiliente, los participantes se están centrando en la innovación y la digitalización como herramienta para construir una globalización inclusiva con una participación equitativa de todos los países en la economía mundial.
Por último, pero no por ello menos importante, la eliminación de las barreras al comercio, la creación de un entorno económico transparente y abierto y el imperativo de una prosperidad compartida ocupan un lugar central en la política económica y exterior de China. Ante el ascenso de una administración republicana en EE.UU., la creciente amenaza de guerras comerciales entre Washington y el resto del mundo, incluida la Unión Europea, y el riesgo de fragmentación geoeconómica advertido por el Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, las negociaciones de organizaciones multilaterales como APEC y el G20, y el papel de China en ellas, revisten una importancia capital.
Lucha contra la pobreza, por un desarrollo sostenible y una gobernanza justa
El G20 reúne a 19 países, junto con la Unión Europea y la Unión Africana, que se convirtió en miembro el año pasado. En consecuencia, esta plataforma representa a la inmensa mayoría de la población y la producción mundiales. Incluso si contamos sólo 19 Estados soberanos, llegamos a una cifra de alrededor de 85% del PIB mundial y 75% del comercio mundial. El G20 empezó a desempeñar un papel importante tras la crisis económica mundial de finales de la primera década de este siglo y goza de bastante más popularidad en el mundo que el G7, principalmente porque representa los intereses de la mayoría mundial, y no los de una minoría, como es el caso del G7.
Este año, el G20 está presidido por Brasil, cuya influencia mundial crece gracias a su pertenencia a los BRICS. Con la cumbre de noviembre en Río de Janeiro, la presidencia brasileña llegará a su fin. Los temas centrales del país latinoamericano son la lucha contra el hambre, la pobreza y la desigualdad, el desarrollo sostenible, una transformación verde justa, así como la reforma de la gobernanza mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta 733 millones de personas padecieron hambre el año pasado y existe un riesgo real de que no se consiga eliminar el hambre para 2030. Cifras igualmente alarmantes se aplican al número de personas que viven en la pobreza extrema. China ha conseguido logros sin precedentes a este respecto, habiendo erradicado la pobreza extrema del país, con lo que ha contribuido significativamente al desarrollo mundial de los derechos humanos.
Pekín ha adoptado un enfoque igualmente constructivo para reformar la gobernanza mundial, y cuenta con el apoyo de la mayoría de los países del mundo. Pocos dudan hoy de que el sistema de instituciones internacionales necesita una reforma fundamental porque su forma actual reproduce las desigualdades estructurales y obstaculiza la realización del desarrollo común y la prosperidad compartida. En este sentido, el G20 es una plataforma adecuada para buscar el consenso entre las regiones. Aunque la presidencia actual no llegará a un consenso sobre una forma más justa y eficaz de gobernanza mundial, el debate está en curso y es objetivamente inevitable una transformación gradual del orden internacional en las esferas política y económica.
Iniciativas globales y autonomía estratégica europea
Las cumbres de la APEC y del G20 se celebran con la participación activa del Presidente Xi Jinping. China concede gran importancia a ambas organizaciones y las considera un instrumento importante para construir una globalización integradora y un mundo multipolar justo. La participación activa de la parte china demuestra su apoyo de principio al multilateralismo, el libre comercio y la apertura, que contrasta con las tendencias proteccionistas de algunos actores occidentales. Estos últimos tienden a resolver sus propios problemas socioeconómicos y su pérdida de legitimidad ante los ciudadanos fomentando conflictos geopolíticos en un intento de contener el crecimiento de nuevos centros de poder económico y político más allá de las fronteras de la comunidad occidental.
Por el contrario, China está presentando iniciativas globales para garantizar la seguridad universal e indivisible, el desarrollo sostenible y común, así como la igualdad entre civilizaciones y Estados soberanos y la cooperación beneficiosa para todos entre ellos. Digno de mención en este contexto es el plan de paz conjunto China-Brasil de mayo de este año, que constituye una contribución constructiva y realista a la resolución de la crisis de seguridad en Europa del Este. En septiembre se dio un paso concreto con la creación del grupo de Amigos de la Paz en la ONU, al que cada vez más países están interesados en unirse.
Entre ellos se encuentra Eslovaquia, cuyo primer ministro realizó un viaje de varios días a China a finales de octubre y principios de noviembre. La recién concluida asociación estratégica entre ambos países reforzará la política exterior soberana de Eslovaquia y supondrá un importante impulso para el desarrollo económico y la modernización del país, similar al de Hungría o Serbia. Mientras las élites políticas eslovaca y húngara construyen su autonomía estratégica, la República Checa se estanca en su sitio y depende unilateralmente de sus socios occidentales.
Sin embargo, las vacilaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores checo a la hora de preparar un documento sobre la revisión de las relaciones con China o la visita en noviembre de representantes del Ministerio de Industria y Comercio a Pekín indican que ni siquiera el actual gobierno liberal está interesado en romper relaciones con China. Sin embargo, probablemente habrá que esperar a que se produzca un verdadero giro a mejor. Una política exterior soberana o una autonomía estratégica no significan gran cosa para el gabinete de Petr Fiala.
Dr. Ladislav Zemanek, historiador, rusólogo y analista de relaciones internacionales