Marruecos - Un oasis oculto de color, tranquilidad e inspiración: así se puede describir el Jardín Majorelle, un singular jardín botánico de dos hectáreas y media situado en el corazón de Marrakech. Este jardín fue creado en 1923 por el pintor y orientalista francés Jacques Majorelle, fascinado por la cultura marroquí, la naturaleza y la luz, que a menudo se reflejaba en su obra artística.
Majorelle eligió un terreno para la obra de su vida en lo que entonces aún era una zona tranquila de la ciudad y lo fue ampliando gradualmente a lo largo de más de 40 años. Gracias a su pasión por la botánica y su amor por las plantas exóticas, creó un paisaje ajardinado único que combina más de 300 especies de plantas de los cinco continentes, desde cactus y palmeras hasta bambúes y nenúfares. El símbolo visual del jardín es el intenso tono azul cobalto -el llamado "azul majorelle"- que el artista utilizó en las fachadas de las casas, las fuentes y las macetas. Este rico tono azul contrasta con el rico verdor de las plantas y los detalles amarillos o naranjas para crear una composición visual inolvidable.
En 1947, Majorelle abrió el jardín al público, destinando los ingresos de las entradas a sufragar los gastos de su exigente mantenimiento. Sin embargo, tras su crisis personal y divorcio en la década de 1950, se vio obligado a vender la propiedad. El jardín cayó en el olvido, se descuidó y se deterioró, desvaneciéndose poco a poco su belleza original.
El punto de inflexión llegó en 1980, cuando el jardín fue descubierto por los famosos diseñadores de moda franceses Yves Saint Laurent y Pierre Bergé. Inmediatamente se dieron cuenta de su valor y decidieron salvarlo. Lo compraron, lo renovaron y poco a poco le devolvieron su antiguo encanto, preservando la visión de Majorelle. Tras la muerte de Yves Saint Laurent en 2008, sus cenizas fueron esparcidas en los jardines que tanto amaba. Uno de los pabellones alberga ahora un pequeño museo dedicado a su legado.
Hoy en día, el Jardín Majorelle es uno de los monumentos más visitados de Marrakech, con más de 700.000 visitantes de todo el mundo cada año. Pero no es sólo un jardín botánico: es un lugar donde confluyen arte, historia, naturaleza y espiritualidad. Con su atmósfera única y su importancia cultural, se ha convertido en un icono de la ciudad y en la prueba viviente de cómo la pasión por la belleza y el arte puede salvar lo que estaba a punto de perderse.
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