El Padre Faltas en conversación con Ahmad Shara
"No considero a los cristianos sirios una minoría, sino una parte integral e importante de la historia de la nación siria. Viví mucho tiempo en la gobernación de Idlib, donde conocí el compromiso de dos de sus cohermanos, el padre Hanna y el padre Loai, con la gente de la zona. Ayudaban y apoyaban a todos los que acudían a ellos, sin distinción. Sentí respeto y reverencia por ellos". Con estas palabras, el nuevo líder sirio, Ahmad Shara (también conocido por su nombre militante Al-Julani), respondió a mi pregunta sobre la presencia de la minoría cristiana en Siria y, en particular, sobre la misión de la Custodia de Tierra Santa. La ocasión fue una reunión que nos ofreció el último día de 2024 con representantes de otras confesiones cristianas en el Palacio Presidencial de Damasco. En esta ocasión, Ahmad Shara también expresó "ante todo, mi gran admiración, respeto y estima por el Papa Francisco: es un verdadero hombre de paz", subrayó, "y aprecié sus desafíos y acciones en favor de la paz y de los pueblos en dificultad".
Como Vicario de la Custodia de Tierra Santa, mantuve una conversación privada con él. Ahmad Shara parecía dispuesto a mantener un diálogo abierto y directo. Durante el encuentro, en el que pedí que participaran también el discreto padre Rashid y el padre Sandro, habló de un cambio en la configuración gubernamental que llevaría a la estabilidad política del país, a través de etapas planificadas con el objetivo de alcanzar un equilibrio democrático, y nos aseguró una mayor atención a los derechos fundamentales del pueblo sirio.
En cuanto a la situación social y administrativa que encontró a su llegada a Damasco, Ahmad Shara declaró que "el pueblo sirio ha tenido que sufrir durante años las consecuencias de la corrupción generalizada a diversos niveles. Faltaban los servicios necesarios para la vida de la mayoría de la población y no había visión para el desarrollo y el crecimiento del país. Los disidentes eran detenidos y, en el peor de los casos, liquidados. Visitamos cárceles donde no había nada humano. El territorio sirio, con una rica historia y una civilización milenaria, fue destruido casi por completo. La división entre sirios ha provocado conflictos y divisiones".
Sobre el futuro del pueblo sirio, que tanto ha sufrido, y la posibilidad de nuevos conflictos y divisiones, el dirigente, con expresión orgullosa y decidida, respondió sin vacilar: "Trabajamos por la unidad y la paz. Esta es nuestra firme voluntad. Llevará tiempo, pero confío en que lograremos la estabilidad política y social en Siria".
Por último, esperando una respuesta alentadora y positiva, hice a Ahmad Shaar una pregunta sobre los muchos sirios que han huido a causa de la guerra. Entre ellos hay muchos cristianos que se han visto obligados a abandonar su país. ¿Cuál será su futuro? "Estamos trabajando para traer de vuelta a los que tuvieron que abandonar Siria. Nuestra intención -respondió- es devolver a los sirios desplazados a sus hogares y los cristianos sirios volverán a vivir y practicar su fe en Siria."
Al final de nuestro encuentro, subrayé la necesidad de una pronta aplicación de sus propuestas de paz en Siria, y aseguré a quienes ahora quieren conducir a Siria hacia la democracia mi plena disposición a cooperar en las iniciativas de reconciliación en beneficio de la población siria, protegiendo al mismo tiempo los derechos de todas las minorías religiosas. En confirmación de estos deseos, he transmitido una carta en la que la Custodia de Tierra Santa presenta su historia y su misión, pide que se refuerce el proceso de unidad de una nación heredera de la historia y de las antiguas civilizaciones, asegura la presencia pacifista de los cristianos sirios y garantiza la proximidad y el apoyo al proceso de paz por parte de los hijos de San Francisco, el santo de la paz que hace ochocientos años recorrió caminos sinuosos pero orientados a la reconciliación en Tierra Santa. Como regalo a Ahmad Shaar, trajimos la medalla de la canonización de los Santos Mártires de Damasco, porque creemos que su intercesión contribuyó a abrir el camino de la paz en Siria.
Somos 300 franciscanos al servicio de Tierra Santa y 35 de nosotros somos de origen sirio: hermanos que han dedicado su vida y su servicio a sus comunidades, atendiendo a los fieles con espíritu generoso y profunda espiritualidad, y custodiando y protegiendo los lugares santos que les han sido confiados. Ha comenzado un nuevo curso de la historia siria, se lo confiamos al Príncipe de la Paz y le seguimos con el corazón abierto a la esperanza.
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