CIUDAD DEL VATICANO - En su mensaje para la 59ª Jornada Mundial de los Medios de Comunicación, el Papa Francisco pide a los profesionales de la comunicación que favorezcan un modo de comunicar e informar no agresivo, que no trate con ilusiones y miedos, sino que sepa buscar y difundir historias impregnadas de bondad que hagan al mundo menos sordo a los gritos de los últimos.
Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
En su mensaje para la 59ª Jornada Mundial de los Medios de Comunicación, publicado hoy, 24 de enero, día en que la Iglesia conmemora a San Francisco de Sales, patrón de los periodistas y escritores, el Papa Francisco se basa en un examen de los modos contemporáneos de suministro de información, que a menudo son cualquier cosa menos creadores de esperanza. Escribe que hay una comunicación que crea miedo y desesperación, prejuicios y resentimiento, fanatismo e incluso odio. Con demasiada frecuencia esa comunicación simplifica la realidad reduciéndola a eslóganes para provocar reacciones instintivas, o utiliza las palabras como cuchillas y llega a difundir información falsa o arteramente distorsionada para comercializar mensajes destinados a irritar, provocar, herir. Francisco señala a continuación que este modo de expresión delata una comunicación basada en la agresión, en la que desde los talk shows hasta las guerras de palabras en las redes sociales, el paradigma de la competición, de la oposición, amenaza con imponerse en cualquier momento, incluso hasta la manipulación de la opinión pública.
Comunicación que habla al corazón
Frente a este escenario marcado por fenómenos inquietantes -entre los que destaca lo que el Papa llama la "distracción programada" causada por los sistemas digitales que nos perfilan "según la lógica del mercado" y "modifican nuestra percepción de la realidad"- es necesario, insiste con énfasis, romper con la lógica de la comunicación, que necesita identificar al "enemigo" para luego definirse contra él. La esperanza de Francisco, de hecho su "sueño", es, por el contrario, la esperanza de "una comunicación que pueda hacernos compañeros de muchos de nuestros hermanos y hermanas", que les "inspire esperanza en tiempos tan agitados". Una comunicación que hable "al corazón" y suscite "no reacciones apasionadas de cerrazón y cólera, sino actitudes de apertura y amistad, capaces de enfocar la belleza y la esperanza incluso en las situaciones aparentemente más desesperadas".
Moderación, no "hablar por encima de los demás"
El paradigma que inspira la visión del Papa procede de la Primera Carta de Pedro, en la que el Apóstol exhorta a los cristianos a estar "siempre dispuestos a dar una respuesta a quien les pregunte la razón de su esperanza." Es un impulso en el que Francisco identifica tres mensajes típicos de la comunicación cristiana: ser capaces de "ver los jirones de bondad escondidos incluso cuando todo parece perdido", ser capaces de hacerse eco de la belleza del amor de Dios y de su novedad, ser capaces de comunicar con "dulzura". Sueño, añade Francisco, con "una comunicación que no venda ilusiones y miedos, sino que sea capaz de dar razones para la esperanza". Para lograrlo, sugiere el Papa, "debemos curarnos de las enfermedades que son el protagonismo y la autorreferencialidad, evitando el riesgo de hablar unos sobre otros".
Historias de esperanza
El Papa Francisco concluye situando la comunicación en una dimensión jubilar, densamente cargada de "implicaciones sociales", y propone recurrir a "historias impregnadas de esperanza", a esas "historias de bondad" que hay que "descubrir y contar" siguiéndolas "entre los pliegues de las noticias cotidianas". "Es bueno -concluye- encontrar estos gérmenes de esperanza y darlos a conocer. Ayuda a que el mundo sea un poco menos sordo a los gritos de estos últimos, un poco menos indiferente, un poco menos cerrado."
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