Foto: Instituto Václav Klaus
VÁCLAV KLAUS
Profesor Suver, distinguidos invitados, damas y caballeros,
Muchas gracias por traerme de nuevo a Estambul, y muchas gracias por incluirme en esta última sesión del Foro, en la que tengo el placer de estar junto a algunos de mis antiguos colegas.
El foro del año pasado estuvo influido por dos acontecimientos: por un lado, el devastador terremoto que asoló este país y sus países vecinos y, por otro, los preparativos del centenario de la Turquía moderna. Como estamos viendo, ambos acontecimientos demostraron la fortaleza interna del país, el funcionamiento eficaz de sus instituciones y -lo que no es menos importante- la cohesión del país en un entorno internacional radicalmente cambiante, sobre todo en la vecindad de su país.
Siempre presto atención a los nombres de las conferencias a las que asisto. El título del foro del año pasado, "Acabar con la desconfianza, construir la cooperación", fue especialmente importante para mí. La desconfianza general entre naciones, instituciones y personas, que creció significativamente a causa del conflicto entre Ucrania y Rusia hace dos años, se ha convertido en la nueva característica dominante del mundo actual. Aprecio el papel de su país y del Presidente Erdogan en los esfuerzos por poner fin al conflicto.
Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer. No estamos mucho más cerca del final de esta guerra que hace un año. El número de víctimas ha aumentado significativamente, Ucrania está más devastada y más exhausta. El ánimo y el estado de ánimo tanto en los países beligerantes como en el resto del mundo sugieren que tenemos que dejar de hablar y de hacer sólo declaraciones enérgicas pero superficiales. Siguen faltando acciones. Estoy convencido de que la comunidad internacional, y especialmente sus principales actores, comparten la responsabilidad por la ausencia de una acción tan necesaria.
Por desgracia, hace cuatro meses estalló un nuevo conflicto trágico cerca de Turquía: el ataque de Hamás contra Israel y, como represalia, la destrucción despiadada de Gaza. Tanto el brutal ataque a Israel como la aniquilación de toda una ciudad son fenómenos cualitativamente nuevos en el mundo actual. Ambos no se olvidarán en décadas y sin duda afectarán a las relaciones entre los países de la región de Oriente Próximo durante muchos años.
La comunidad internacional no tiene que esperar pasivamente a que se produzca un milagro. Debe actuar, y actuar ya. La búsqueda de una solución o de un camino hacia una solución no debe limitarse a los acontecimientos del primer día del conflicto. El conflicto árabe-israelí (o árabe-israelí) no empezó el 7 de octubre de 2023. El día anterior no había paz ni amistad. Eso lo sabemos todos. El conflicto no empezó de la nada.
El título del Foro de Mármara de este año, "Construir estabilidad a partir de la crisis", es correcto en muchos sentidos, pero no en este caso. Seguimos en crisis. Estamos lejos de salir de ella. Primero hay que resolver la fase aguda de la crisis. En Europa Central estamos preocupados por la posible extensión del conflicto y sus consecuencias no del todo imaginables.
Una vez más, la responsabilidad de la comunidad internacional y de sus principales actores es crucial. Lo que está ocurriendo en Gaza no es defendible ni excusable. Hace falta una gran conferencia de paz para encontrar un nuevo modelo de resolución del dilema árabe-israelí.
Hablo de la comunidad internacional, pero soy consciente del papel crucial que Turquía desempeña en ella. Su país es el actor más grande e importante de la región. Su país no debe esperar a que las grandes potencias actúen. No pertenecen a esta región y no la sienten ni la comprenden demasiado. Promueven sus propias soluciones, sus propias prioridades, sus propios intereses. En este sentido, deseo éxito a su país.
Václav Klaus, 27ª Cumbre Económica Euroasiática, Estambul, 22 de febrero de 2024.
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