Hace 180 años nació en París una actriz admirada en todo el mundo. Una de las personalidades teatrales más importantes del siglo XIX y principios del XX, la carismática y extremadamente talentosa Sarah Bernhard lo tuvo más difícil que las actuales estrellas del mundo del espectáculo, pues se hizo famosa en una época en la que la interpretación ya se consideraba un arte, pero el cine estaba en pañales, la televisión no existía y hacer una gira mundial no llevaba unas horas, sino semanas y meses. Sin embargo, a lo largo de sus sesenta años de carrera cosechó un éxito impresionante, y allá donde aparecía, la acompañaba un frenesí similar al de las estrellas de cine contemporáneas.
Nació el 22 de octubre de 1844 en París con el nombre de Henriette Rosine, primera hija ilegítima de Judith Julia Bernardt, una joven judía holandesa que se ganaba la vida como cortesana. Su padre era Édouard Viel, abogado de Le Havre, que fue encarcelado por malversación de fondos en 1855 y murió poco después. A petición de su familia, Sarah fue bautizada y educada por una madre adoptiva, asistiendo a la escuela del convento de Versalles desde los 10 años. En 1858, aconsejado por su amigo Alejandro Dumas el Viejo, el duque de Morny, hermanastro de Napoleón III y amante de su madre, le dio clases de interpretación en la Comédie Française.
Tras cuatro años de estudio, debutó en el papel principal del drama Ifigenia, de Racine, y comenzó a utilizar el nombre de Sarah. Sin embargo, su carrera en el teatro terminó pronto porque abofeteó a su colega y fue despedida. A partir de entonces, sólo interpretó papeles secundarios en pequeños escenarios. En 1864 tuvo un hijo, Maurice, cuyo padre era el príncipe belga Henri de Ligne. Quería casarse con ella, pero su familia se lo impidió.
Sarah se dio a conocer en 1867 en el Teatro Odeón con el papel de la Reina en el drama de Victor Hugo Ruy Blas. Hizo las delicias del público y de la crítica. Sin embargo, tres años más tarde estalló la guerra franco-prusiana, los teatros cerraron y Sarah organizó la conversión del Odeón en un hospital para soldados heridos, reuniendo suministros y ayudando a los médicos como enfermera. Tras la guerra, regresó a la Comédie Française.
Durante este periodo comenzó su ascenso y pronto fue considerada una de las actrices más importantes de la época. En Francia, fue aclamada por la crítica como "la voz de oro" o "la divina Sarah". Atractiva, esbelta, menuda y elegante, marcó tendencias en el mundo de la moda y los peinados. Los tabloides de hoy en día se desharían en elogios hacia ella por sus extrañas aficiones: dormía en un ataúd, tenía una colección de animales exóticos en casa, no ocultaba sus numerosos amantes, que tenían que ser ricos o famosos para conquistarla, y no temía el escándalo. El teatro lo era todo para ella, podía interpretar tanto a mujeres encantadoras y elegantes como a hombres. El papel de su vida fue La dama de las camelias, de Dumas, que interpretó desde 1880 hasta su vejez.
En 1882 se casó con Jacques Damal, que era agregado de la embajada griega en París y también actor, por lo que abrieron juntos su propio teatro, con su hijo Maurice como director. La causa fue la adicción de Damal a la morfina y al juego, que financiaba con los beneficios del teatro. Murió en 1889, pero ya se habían separado.
La quiebra del teatro supuso una gran pérdida económica para Sarah, que compensó con ingresos procedentes de giras por el extranjero, que realizó con su propia compañía de actores. Realizó varias a lo largo de su vida. La primera fue en Londres en 1879, seguida un año después por una gira por Estados Unidos, donde visitó 51 ciudades en seis meses, y luego una gran gira europea en la que visitó Rusia, Italia, Grecia, Hungría, Suiza, Dinamarca, Bélgica y Holanda. Entre 1886 y 1889 actuó varias veces en Estados Unidos, y en 1891-93 realizó una gira mundial, durante la cual visitó Praga, pero se negó a actuar en Alemania.
En la Navidad de 1894, se encontró por casualidad con el artista checo Alfons Mucha, que estaba en el taller litográfico de Lemercier en París en el momento en que ella encargaba un cartel para una nueva obra de Gismond. Mucha la representó como una noble princesa bizantina con una hoja de palma y un halo dorado; el cartel medía más de dos metros de largo y tres cuartos de metro de ancho y se convirtió en una sensación parisina, con 4.000 ejemplares impresos. Mucha trabajó para Sarah durante los seis años siguientes, y en 1896 la retrató como la Dama de las Camelias. Esta obra se considera uno de los puntos culminantes del grabado Art Nouveau, al igual que otros carteles de Mucha para obras como Lorenzaccio y Médea. Además, diseñó joyas para la obra, realizadas por el famoso joyero parisino Georges Fouquet.
En 1906 Sarah fue nombrada profesora del Conservatorio de París y en 1914 recibió un regalo por su setenta cumpleaños: la Legión de Honor. Al mismo tiempo, sin embargo, los médicos tuvieron que amputarle la pierna derecha debido a una inflamación en su rodilla, ya lesionada. Aun así, siguió tocando sentada, pero se negó a llevar una prótesis. Durante la Primera Guerra Mundial actuó para los soldados franceses en tiendas de campaña, graneros y enfermerías, en escenarios improvisados.
Además del teatro, también fue activa como escritora: en 1907 escribió las memorias Mi doble vida, tradujo varias obras de teatro y también pintó y esculpió. Hizo su primera aparición en el cine en 1900 en una película muda de dos minutos sobre Hamlet, que se estrenó en la Exposición Universal de París. Tras esta experiencia, adoptó una actitud negativa hacia el cine, pero aún así protagonizó Tosca en 1909 y, tres años más tarde, Los amores de la reina Isabel.
Murió de insuficiencia renal el 26 de marzo de 1923 y fue acompañada por casi todo París en su último viaje al cementerio de Père Lachaise.
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